Por Honoria Zelaya de Nader - Para LA GACETA - Tucumán
Agonía de la escuela llegó a mis manos de modo sorprendente. El encuentro se produjo en una biblioteca de la ciudad de Buenos Aires tras advertir que de uno de los estantes había caído un libro. Al recogerlo constaté que conocía a la autora. Me había relacionado con ella en los años iniciales de mi carrera docente. Se trataba de la hermana mayor de Teodora Suppa de Bútori, mi directora en la escuela General Lavalle de la ciudad de Famaillá.
Ya por aquellos años Teresa Suppa de Pelli era reconocida por su exquisita cultura, su cordialidad, su eros pedagógico, pero no por sus publicaciones.
El caso es que tras la lectura de Agonía de la escuela sentí la necesidad de comunicarme con su hijo, César, para intentar dialogar con él sobre su madre, su infancia, la influencia materna en su carrera, sobre el “bauhaus” y la educación. En suma, sobre el libro publicado por su progenitora en Córdoba, en 1959.
- ¿Quién le enseñó a leer?
- Mi madre.
- ¿Qué recuerdos guarda de su primera infancia?
- Que nací en un ámbito muy cálido, muy seguro.
- Cuando su madre edita Agonía de la escuela, usted tenía 33 años y vivía en los Estados Unidos. ¿Cómo recibió el nacimiento de esta obra?
- En esa época el problema que teníamos con mi esposa era sobrevivir. Éramos muy, muy pobres.
- ¿Qué método pedagógico empleó con usted su madre?
- No lo sé. Todo me parecía natural. Lo que sí recuerdo es que me hizo entrar en la escuela dos años menor que mis compañeros.
- ¿Alguna anécdota de su paso por la escuela?
- Como era el más chico, nadie me quería en los equipos deportivos. Y las niñas me ignoraban. Pero nada de esto me importaba.
- ¿Cómo conceptualiza a la de infancia?
- Estuve muy protegido. Por mi madre, sobre todo, pero también por mi abuela y algunas tías.
- ¿El arte nos hace libres?
- No sé si nos hace libre pero sí expande nuestro alcance.
- Para Teresa Suppa de Pelli, “todos buscamos un espejo donde reflejarnos”. ¿Cuál cree usted que era la imagen a imitar que buscaba en su infancia?
- La imagen a imitar fue la de ella.
- ¿Cómo es su relación con la literatura?
- Me encanta leer y lo hago con avidez.
- ¿Por qué eligió ser arquitecto?
- Lo elegí sin saber, pero cuando descubrí lo que significaba me enamoré de la profesión. Todavía estoy enamorado de ella.
- Según he leído, su abuelo materno lo sentaba a sus rodillas y usted le pedía que le contara cuentos. ¿Aún resuenan en su memoria algunas de aquellas historias?
- Sí, es cierto. Mi abuelo Bruno Suppa me sentaba en sus rodillas y me contaba cuentos de su infancia.
- ¿Le contaba cuentos a sus hijos?
- A mis hijos les leía. Todas las noches cuando eran niños; y luego leíamos todos en la sobremesa. Así leímos La Ilíada, La Odisea, La Eneida. Estos tres en dos versiones, traducidos por diferentes poetas.
- ¿Conserva ejemplares de la copiosa biblioteca de su madre?
- Desgraciadamente no. Con mi esposa, Diana Balmori, nos vinimos por unos meses, con una valijita cada uno.
- ¿Qué visión tiene de la educación y qué cosas cambiaría para mejorarlas?
- Ya no lo sé.
- ¿Qué es lo que hace a un país referente en educación y tecnología?
- Es más que la educación. Son las oportunidades, el apoyo, el capital, etc, etc.
- ¿Qué le sugieren a usted las siguientes palabras: Madre, arte, docencia, arquitectura, Tucumán?
- Eso es toda mi vida.
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PERFIL
Amanece. Los colibríes inician libaciones. La primavera gira alrededor de las mitologías. Don Sol en la plaza Independencia de San Miguel de Tucumán da cuenta a los árboles de que el “Faro de Alejandría” había tenido un sueño que lo dejó abrumado.
En ese clima de prodigios se escucha un vigoroso llanto. Sabores de algarabía lo enmarcan. Teresa Suppa y Víctor Pelli celebran la llegado de su primer hijo. El calendario registra martes 12 de octubre de 1926. El santoral, Día de Nuestra Señora del Pilar. Al margen de la celebración litúrgica la palabra pilar, del latín pila, ¿no connota columna? ¿Ese niño habría de levantar columnas…?
Lejos estaban los padres, la abuela materna doña María Nieva, el abuelo Bruno Suppa, sus otros familiares y vecinos de sospechar que ese niño, inscribiría su nombre en la historia de la arquitectura mundial. Y menos aún, que la madre del pequeño, ya desde aquel memorable acto de promoción de egresados de la Escuela Vocacional Sarmiento, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, lograría con sus palabras sorprender al gobernador de la provincia Ernesto Padilla y al doctor Juan B. Terán. Es de suponer que hacia aquellas horas se preanunciaban los luminosos caminos que habría de transitar la joven egresada a lo largo de su dilatada e indeclinable carrera docente, como maestra de primer grado, profesora de geografía, francés, pedagoga en el ciclo básico y en los cursos de Magisterio de la Escuela Vocacional Sarmiento de la UNT, inspectora de Escuelas técnico-profesionales, vocal del Consejo de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial, vicepresidenta del mismo cuerpo en Córdoba, fundadora del Plan de Estructuración del Primer Hogar Escuela de la Provincia de Formosa y autora de una obra casi desconocida hoy pero de gran trascendencia en la historia de la educación, Agonía de la escuela. Mi crítica a la educación argentina.
Teresa Suppa de Pelli abordó hace más de medio siglo problemas centrales de la educación que sorprenden por su candente actualidad, desde perspectivas severas, angustiosas, agudas pero no exentas de esperanza, además de páginas testimoniales de un profundo peregrinar en pos de soluciones .
Aníbal Villaverde señala en el prólogo de Agonía de la escuela: “Los educadores conocemos bien la realidad que se exponen en estas páginas. Sírvanos de ejemplo para afrontar la urgente y patriótica tarea de salvarla. ¿Qué hace falta, pues? Lo que la autora trata de insuflarnos con apasionante insistencia: un formidable y decisivo ‘manos a la obra’” .
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